- ¿Le he contado alguna vez la del seiscientos? - preguntó Hateman mientras cambiaba de marcha.
El Novato llevaba cerca de seis meses trabajando, con un turno partido infernal, sobretodo por la mañana, ya que el comedor abría a las siete y el pobre diablo vivía con sus padres, a más de un kilómetro de distancia. Como no disponía de ningún medio de transporte, ni público ni propio, el muchacho tenía que pegarse la caminata mañanera. Así que el tiempo, la falta de sueño, los paseos a horas intempestivas, el volumen de trabajo y, en definitiva, la puta vida de camarero, provocó en el Novato un cambio en humor que no pasó desapercibido por el ojo del Mâitre, el señor Hateman, el ojo que todo lo ve.
- ¡Hostias Correcaminos, tiene usted cara de camarero! - le dijo un día, pasando a su lado sin detenerse mientras recogía una mesa. El Novato sonrió para sí mismo, pensando en lo absurdo de su afirmación, y siguió a lo suyo. Recoger mesa, montar mesa y demás. Pero como el trabajo de Hateman consistía en dar vueltas por todo el comedor, en cuestión de minutos volvía a estar en su rango. Como la vez anterior, pasó a su lado, con andar estirado, mirando siempre al frente y dijo: