Manual del camarero Zen - 6

sábado, 26 de octubre de 2013

La carta de presentación

Cuando un cliente entra por primera vez en un establecimiento hostelero se topará de cara con una serie de factores que componen la "carta de presentación" del lugar, como el aspecto y decoración, el sonido ambiente, la carta y el menú que suelen estar en la entrada, a la vista, etc. Todos estos elementos van a transmitir a nuestro cliente una primera impresión de lo que se va a encontrar.

Esto es señores, uno de los factores clave de éxito de un local, pues la impronta de la primera impresión queda grabada a fuego en nuestros clientes de tal forma que, de ser mala no importará todo lo demás. Dará igual que el servicio sea excepcional o que al comer aquella tapa de bravas se nos pusieran "los ojos del revés". No importará un carajo que invitemos a chupitos o que las cañas estén a un euro y sus dimensiones sean desproporcionadas.

Lo que el cliente recordará con mayor precisión será aquello que le llamó la atención al principio. 

Por lo tanto, debemos tener sumo cuidado con la carta de presentación de nuestro establecimiento. Hay sin embargo un elemento crucial de dicha carta de presentación que no he mencionado todavía y que suele ser olvidada como si no fuera importante. Si son lectores habituales de este humilde camarero ya saben a cual me refiero.

El camarero es el elemento crucial y mas importante de nuestra carta de presentación. Porque es el primero que hablará cara a cara con el cliente, ya sea para llevarlo a la mesa, informarle del menú o simplemente saludarlo e invitarlo a pasar. Si el camarero lleva sucia la camisa, el pelo lleno de grasa, sin afeitar y el pozo (aka aliento) le huele a muerte ya pueden imaginar que pensará el cliente nada mas entrar.

Repito para que quede claro: Eso será lo que recordará y no el fantástico aspecto del solomillo a la pimienta.

Los que me conocen saben que no escribo algo sino es porque fui a cenar y vi algo. Así que todo este tostón viene a cuento porque el otro día fui a cenar a un restaurante de mis habituales, de los que me saludan por mi nombre al entrar y me encontré con un camarero nuevo. Nuevo allí, pues es un camarero de la vieja guardia, un Guindilla con mayúsculas de toda la vida en mi ciudad.

Todo fue perfecto hasta que trajo el primer plato y descubrí horrorizado como tenía la uña del dedo gordo de su mano derecha. Uña que estaba a escasos centímetros de mis espárragos favoritos. No hace falta que entremos en detalles pero ya saben que es lo que recuerdo ahora con mas intensidad de ese lugar, ¿verdad?

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